Atalya Ben-Abba. Declaración previa a su entrada en prisión (2017)

Hola, soy Atalya Ben-Abba, tengo 19 años y soy de Jerusalén. El 6 de febrero de 2017 declararé mi objeción de conciencia al servicio en el ejército israelí y seré enviada a una prisión militar por un período de tiempo indeterminado. Lo hago con pleno conocimiento e intención de asumir las consecuencias de este acto, porque creo que para garantizar la seguridad de todas las personas que viven aquí es necesario cambiar por completo la política del Gobierno y poner fin a la ocupación.

Crecí en el barrio de Musrara, en Jerusalén. Cuando era pequeña, mi madre y yo solíamos pasear por la Ciudad Vieja, que está cerca de nuestra casa. Disfrutaba de esos paseos, todo era tan diferente y emocionante, dulces y platos distintos, un idioma diferente. Y entonces, cuando tenía unos seis años, el conserje de mi colegio murió en un atentado terrorista. Entonces comprendí que vivíamos en guerra y que todos nosotros, judíos y árabes, vivíamos con miedo. Cuando mi madre y yo fuimos a la Ciudad Vieja unos días después, intenté esconderme detrás de ella y, al darse cuenta de que me comportaba de forma extraña, me detuvo y me preguntó qué pasaba. Cuando le dije que tenía miedo, me regañó y me dijo: «¿De qué tienes miedo? No hay nada que temer, estas personas son como tú y como yo, y no hay motivo para sentirse amenazado por ellas». Ese momento fue muy importante para mí, una de las razones por las que desde muy joven comprendí que todos somos seres humanos.

El año pasado hice un año de servicio en Ha-Shomer Hatzair, y cuando salga de prisión tengo pensado hacer servicio civil. Mi responsabilidad social como parte interesada en nuestra sociedad es importante para mí. Las personas que viven aquí son importantes para mí, todas las personas que viven aquí, y es mi responsabilidad y la responsabilidad de todos nosotros actuar para lograr una vida mejor aquí. Mi negativa a alistarme no surge de una renuncia a esta responsabilidad, sino de la comprensión de que nuestra realidad actual debe cambiar y que mi negativa es mi forma de cambiarla. Desde una posición de responsabilidad, la objeción es mi única opción.

En los últimos meses he comenzado a involucrarme en actividades en los territorios ocupados. Nuestra actividad ha consistido en documentar lo que está sucediendo allí y en acciones sobre el terreno con los palestinos. Por primera vez comprendí la profundidad de la cooperación entre los colonos y el gobierno. La política del gobierno en estos lugares también está impulsada por el deseo de convertir la vida de los palestinos en las zonas rurales en una pesadilla, con el fin de obligarlos a abandonar sus tierras para irse a ciudades superpobladas. Intentamos detener este proceso mediante la lucha conjunta de palestinos e israelíes.

Una vez hablé con un activista palestino que describió la primera vez que conoció a israelíes. Todo lo que vio, cuando era niño, fueron soldados extranjeros, hablando un idioma que no entendía, entrando en su pueblo y demoliendo casas. Les temía y estaba enfadado. Solo años más tarde conoció a israelíes que le mostraron otra cara. Al escucharlo, comprendí el ciclo sin fin en el que estamos inmersos: la violencia engendra violencia, no hay solución por este camino. La cooperación con los palestinos nos permite crear una relación que allana el camino hacia la paz y demuestra que existe la posibilidad de una asociación entre ambas partes para un futuro mejor.

Los israelíes también nos vemos perjudicados por la ocupación. Vivimos con miedo y estamos controlados por un Gobierno que nos explota y que se mueve por la sed de poder y riqueza, en lugar de por el bienestar de las personas. La paz beneficia a los intereses israelíes, nos permitirá vivir con seguridad, sin miedo ni odio. Es nuestra única oportunidad de tener una buena vida, una vida en la que podamos invertir en educación, salud y arte, en lugar de en guerra.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) son el instrumento del Gobierno para crear y mantener la opresión, la privación de derechos y la privación de derechos básicos, por lo que, para cambiar la situación, no puedo cooperar con ellas. Mi crítica no va dirigida a los soldados individuales, ellos no son culpables, sino a quienes dan las órdenes y elaboran las políticas. Las políticas racistas, violentas y discriminatorias crean una realidad en la que los palestinos se ven acorralados. Ignorar esto es peligroso porque nos ciega ante la única solución: la paz.

Es fácil caer en el odio. Es fácil pensar en términos de «nosotros» y «ellos», «buenos» y «malos». Puede que mis compañeros de lucha y yo no pongamos fin a la ocupación, pero nuestras acciones son el comienzo. Para cambiar realmente las cosas, tenemos que dar los primeros pasos, y por eso debo decir «¡no!» de forma decidida, porque en esta realidad la única forma de defender la democracia es la no cooperación.


Notas:

 

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Acerca de laconquistadelpanda

Me llamo Rafa y soy anarquista. Nací y crecí en Valencia, España, y quiero superar el sistema actual trabajando por uno mejor, para todos. Un mundo, un pueblo, un amor. Imagino un mundo donde la humanidad trabaje unida para cubrir las necesidades de todas las personas, de manera que podamos restaurar los ecosistemas y explorar el planeta y el universo en una aventura conjunta. Ese es el mundo en el que quiero vivir.