Dios o el Estado: NO; La Huelga General: SI
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No se encontrará a una persona de buena fe, por poco ilustrada que sea, que no confiese que la religión, ya católica, ya protestante, mahometana o budista, haya logrado la paz y el bienestar de los seres humanos.
Ningún político, de cualquier partido o de no importa que independencia se de, podrá asegurar que su sistema de gobierno garantice la libertad absoluta de hablar y escribir o asegure el derecho a la vida.
Tanto los que quieren dar la supremacía al clero como los que esperan todo de un estado más o menos laico, todos sostienen que ha de haber pobres y ricos, amos y servidores.
Ni los unos ni los otros buscan la emancipación económica y política del individuo.
Son excusables los primeros liberales, que al darse cuenta del engaño religioso se dedicaron a fundar un Estado libre del contacto de Roma , porque podían creer que todo el mal venía de la iglesia.
Pero los que ahora practican el sistema parlamentario: monárquicos, republicanos o socialistas, engañan a sus electores, cual los curas abusan de la credulidad de sus feligreses, al hacerles esperar que con el gobierno de su partido o con el programa de su invención llevarán la libertad y la paz al seno de la nación.
No existe ningún elector que pueda citar un Gobierno como bueno. Ni los siglos desde que viven la religiones, ni los reyes que se sirvieron de cortes y Asambleas, ni aun el siglo pasado ocupado casi todo por gobiernos parlamentarios sacaremos como ejemplo de la inutilidad de delegar a nadie el cuidado de nuestros intereses. Nos bastarán los años que el partido socialista gubernamental lleva de lucha electoral. ¿Qué beneficio han obtenido los trabajadores yendo a votar? En cambio, al alcance de cualquiera está que si el tiempo empleado por los socialistas en luchas electorales lo hubiesen dedicado a la organización de las clases productoras y a la propaganda antimilitar, hace tiempo que una huelga general habría dado al traste con la sociedad burguesa.
A los libertarios toca hacer comprender estas verdades a cuantos inconscientes creen en la panacea del voto como si fuese la hostia que ha de llevarles al paraíso.
La emancipación completa de los trabajadores no vendrá ni de la iglesia ni del estado, sino de una huelga general que destruya ambas cosas.
CERO