Los Límites Planetarios
En 2009, Johan Rockström, del Stockholm Resilience Centre, y Will Steffen, de la Universidad Nacional de Australia, junto con otros veintiséis científicos de diversas instituciones internacionales, definieron el concepto de «límites planetarios»[1]. De acuerdo con los propios autores, «atravesar uno o más de los límites planetarios puede ser perjudicial o incluso catastrófico debido al riesgo de superar umbrales que desencadenen cambios ambientales no lineales y abruptos en los sistemas a escala continental o planetaria». El estudio de los límites planetarios se inscribe dentro del concepto de Cambio Global, que es más amplio y que incluye dentro de sí el de Cambio Climático. En él se reconoce que la acción de los seres humanos es el principal motor del cambio ambiental a escala global desde la Revolución Industrial y que el objetivo es mantener la estabilidad de los sistemas planetarios ambientales que han caracterizado el Holoceno y han permitido el desarrollo de la civilización humana.
El análisis de los límites planetarios supera el reduccionismo tan común hoy en día que considera que el Cambio Climático es el único problema ambiental o el más importante que tiene que afrontar el ser humano. Por el contrario, da una visión holística de todos los problemas ambientales que tenemos y nos ayuda con ello a diseñar estrategias adecuadas para abordarlos, de modo que no empeoremos algunos parámetros ambientales mientras intentamos resolver otros. El ejemplo más paradigmático de miopía ambiental es lo que se suele denominar visión en túnel del carbono, la cual por desgracia domina aún hoy la toma de medidas políticas. En el paradigma de la visión en túnel del carbono, el único problema ambiental es el Cambio Climático y la única estrategia posible para abordarlo es la toma de medidas de descarbonización de la economía; y estas pasan fundamentalmente por el fomento de una transición renovable basada en el modelo Renovable Eléctrica Industrial (REI). En realidad, el Cambio Climático no es el único (ni el más grave) problema ambiental. Hay otras medidas que se pueden tomar para combatirlo además de la descarbonización y, lo más importante, el REI tiene muchas deficiencias y limitaciones, e inclusive puede empeorar el resto de los problemas ambientales que tenemos, amén de agravar la Crisis Social. Todo eso lo abordaremos en la segunda parte de este libro.
Para evaluar los límites planetarios, se fijan nueve variables ambientales y sus correspondientes umbrales de seguridad, con valores cuantificables, que definen un espacio operativo seguro para la especie humana. Ha sido necesaria la colaboración internacional de miles de científicos de todo el mundo durante quince años para ser capaces de evaluar los valores de estas nueve variables ambientales y comprobar si se encontraban en la zona de seguridad o no. Y los resultados han sido bastante alarmantes. En 2009 se consiguió evaluar siete de los nueve indicadores ambientales y se encontró que tres de ellos ya habían sobrepasado su límite de seguridad, mientras que otros dos corrían el riesgo de superarlo en los siguientes años. En 2015 efectivamente ya se habían sobrepasado cinco de los límites planetarios. Y en 2023 se finalizó la evaluación de los dos indicadores ambientales que restaban, pudiéndose comprobar que uno de ellos también estaba sobrepasado (de hecho, es el que se encuentra en peor estado). En el momento en que escribo estas líneas se han sobrepasado seis de los nueve límites planetarios, mientras que otros dos empeoran a tal ritmo que no sería sorprendente que dentro de unos años también se hayan sobrepasado.
Conviene recordar de nuevo que sobrepasar solo uno de estos nueve límites planetarios supone un riesgo claro e inminente para la civilización humana e incluso para la especie. Parece que estamos tan acostumbrados a leer todo tipo de desgracias ambientales, nunca puestas en contexto de lo que realmente representan, que no entendemos la gravedad de la situación. No hemos sobrepasado uno de esos límites de peligro: hemos sobrepasado seis y quizá en unos años ya sean ocho de los nueve posibles. Que un tema de este alcance y gravedad sea tan deliberadamente ignorado, arrinconándolo a un mero trabajo y debate académico, es una muestra de hasta qué punto nuestra sociedad está desnortada y desorientada, ajena a aquello que le es más vital. Por eso creo que es importante dedicar este capítulo a presentar con detalle y explicar los límites planetarios y qué es lo que representan.
Los nueve indicadores ambientales que se usan para definir los límites planetarios son, por orden de gravedad en su estado:
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Entidades nuevas
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Integridad de la biosfera
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Flujos biogeoquímicos
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Cambio Climático
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Cambios del suelo
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Uso del agua dulce
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Acidificación de los océanos
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Carga de aerosoles
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Agotamiento del ozono estratosférico
1. Entidades nuevas:
Entendemos por «entidades nuevas» todas las sustancias tóxicas que hemos dispersado, así como los organismos cuya genética se ha modificado, en ambos casos cuando no se haya hecho una evaluación adecuada del impacto que pueden tener en el medio ambiente. De los nueve límites, este es el que tiene la cuantificación más difusa o se podría decir que más estricta, ya que se considera que no se debería diseminar nada cuyos efectos no estén controlados y sean bien conocidos; por ese motivo, se considera el límite más rebasado. En esta categoría de entidades nuevas, y centrándonos en el caso de las sustancias, encontramos los residuos radioactivos de alta actividad y duración, los plásticos en todas sus variedades, los metales pesados y las sustancias orgánicas persistentes. Se han encontrado sobrados indicios de dispersión de estas sustancias por todo el planeta y se sabe que se están incorporando al metabolismo de prácticamente todos los seres vivos, causando en ellos alteraciones significativas. El efecto de las sustancias radioactivas y de los metales pesados es conocido desde hace mucho: provoca mutaciones, cánceres y multitud de efectos en órganos internos. Hoy en día se considera que no existe límite seguro de concentración de metales pesados en el agua y en el aire, pues son sustancias que se bioacumulan a lo largo de la vida de las personas, con efectos que son incrementales en función de la cantidad absorbida. En cuanto a los plásticos, cada vez se conocen mejor sus efectos metabólicos, con numerosas afectaciones como disruptores endocrinos y daño directo a órganos. La contaminación por plásticos es una de las más insidiosas, ya que en la actualidad se encuentran microplásticos hasta en el agua de la lluvia o pellets en las playas de la Antártida, amén de toda la acumulación de macro y microplásticos en los fondos marinos y en la superficie. Además, la preocupación por las sustancias orgánicas persistentes o forever chemicals («productos químicos eternos») es relativamente reciente: su presencia es absolutamente masiva, desde las pinturas ignífugas en infinidad de objetos hasta productos dermatológicos como cremas solares. Se trata de sustancias muy estables que permanecen sin degradarse durante largos años y cuyos efectos sobre la salud de las personas y los ecosistemas solo ahora comenzamos a conocer.
2. Integridad de la biosfera:
Es el segundo límite ambiental más transgredido. Incluye dos subcategorías: la biodiversidad (es decir, la cantidad de organismos diferentes que son capaces de cumplir una misma función en uno o diversos ecosistemas) y la integridad funcional de los ecosistemas (que es una medida de su robustez). Los seres humanos tienden a tener una visión mecanicista y simplista de los ecosistemas, en la cual cada uno de los organismos que intervienen (virus, bacterias, algas, plantas, animales) tienen una función concreta que permite el reciclaje continuo de materia, en tanto que la energía de esa perfecta máquina la proporciona el Sol. En el mundo real, sin embargo, los ecosistemas suelen ser bastante complejos, con una especie cumpliendo múltiples funciones y en un delicado y complejo equilibrio con el resto de las especies del ecosistema. El problema con el equilibrio ecosistémico es que si se pierde el balance, el ecosistema entero podría colapsar y desaparecer por completo de una zona. Por ejemplo, si esterilizamos los suelos con sustancias químicas podrían morir las bacterias que fijan el nitrógeno en el suelo y eso haría disminuir el número de plantas; por tanto, habría menos herbívoros y entonces menos depredadores, por lo que se generarían menos detritos, con lo que la población bacteriana en su conjunto se resentiría, entrando en una espiral de decadencia que podría acabar con todo el ecosistema. Los seres humanos hemos puesto en peligro múltiples ecosistemas que nos ofrecen servicios ecosistémicos vitales (como el reciclaje del oxígeno y de residuos, o la protección frente a ciertas enfermedades), y el problema es que restaurar ecosistemas muy dañados o desaparecidos con nuestro limitado entendimiento es muy difícil.
3. Flujos biogeoquímicos:
La vida en el planeta depende de la circulación de ciertos elementos y sustancias químicas que están continuamente siendo usados y reciclados, ya que la cantidad de ellos que hay disponible es limitada. Eso origina diversos ciclos de estas sustancias, siendo uno de los más conocidos el ciclo del agua, desde su evaporación en el mar, su acumulación en la atmósfera, la precipitación en tierra firme y su acumulación en acuíferos y ríos hasta que vuelve al mar y en el camino es utilizada por numerosos seres vivos y es clave en infinidad de procesos químicos, físicos y geológicos. Los seres humanos, a través de la agricultura industrial, hemos modificado dos de esos ciclos fundamentales para la vida hasta el extremo de sobrepasar sus límites de seguridad: el ciclo del nitrógeno y el ciclo del fósforo. Ambos elementos químicos son fundamentales para el crecimiento de las plantas, y por eso el ser humano los ha introducido en grandes cantidades para fertilizar los terrenos y aumentar las cosechas. El problema es que se ha hecho con muy poco control de las cantidades usadas, hasta el punto de alterar el ciclo planetario de estos elementos. En el caso del nitrógeno, se trata del elemento más abundante en nuestra atmósfera. Algunos organismos, como las bacterias o las plantas leguminosas, son capaces de fijarlo en el suelo, favoreciendo su disponibilidad para el resto de las plantas. El abuso de fertilizantes nitrogenados ha degradado la vida invertebrada y microscópica de nuestros suelos, y se ha filtrado en acuíferos y cursos de agua, contaminándolos y favoreciendo la proliferación de algas y otros organismos que agotan todos los recursos y generan zonas muertas en lagos y océanos por eutrofización (exceso de nutrientes). En cuanto al fósforo, sus efectos son semejantes a los del nitrógeno puesto que es también un fertilizante esencial, pero a diferencia del nitrógeno no es un elemento tan abundante en el medio natural y su disponibilidad se ha visto gigantescamente aumentada por el uso masivo de fosfatos en los fertilizantes agrícolas, incrementando la eutrofización global y generando con ello un elevado riesgo futuro de escasez, ya que no hay tantos depósitos de mineral de fosfato en el mundo.
4. Cambio Climático:
Todo el capítulo anterior ha abordado la cuestión del Cambio Climático, así que no me extenderé más aquí. Simplemente recordar que es el cuarto límite en cuanto a la magnitud de la transgresión, lo cual pone el riesgo que representa en otra perspectiva.
5. Cambios del suelo:
La extensión de los biomas naturales del planeta se está reduciendo a medida que avanzan la desertificación, la deforestación y la conversión de paisajes antes agrestes en tierras de cultivo. Eso quiere decir que hay cada vez menos hábitats propicios para determinadas especies. Y también que cada vez hay más fragilidad, ya que algunos de los biomas que se están haciendo predominantes, como los agrícolas o los urbanos y periurbanos, son más vulnerables a los efectos del Cambio Climático (por ejemplo, la erosión de los suelos después de tormentas fuertes, la contaminación de los acuíferos, etc.). También se rompe la continuidad biológica de los hábitats, lo cual afecta sobre todo a especies con mayor movilidad, que se ven confinadas a espacios más reducidos.
6. Uso del agua dulce:
La mayor parte del agua directamente disponible en este planeta (blue water) es agua del mar: alrededor de un 97%. Un 2% adicional está en forma de hielo en los casquetes polares y en glaciares. Eso quiere decir que solo el 1% del agua disponible es agua dulce. Desafortunadamente, una cantidad creciente de esta agua se está volviendo no apta para el consumo humano debido a la fuerte presencia de contaminantes de todo tipo inducidos por la actividad humana, que incluye algunos de los mencionados en los otros límites. La actividad humana no solo está perturbando las masas de agua dulce directamente disponible, sino también la que está contenida en las plantas, el suelo y la lluvia (green water). Aunque este límite es el que menos transgredido está, se halla en el origen de muchas enfermedades transmisibles, y también en el de muchos conflictos armados entre países por el control de un recurso que por desgracia es cada vez más escaso.
7. Acidificación de los océanos:
Las emisiones de CO2 no están afectando únicamente a la atmósfera, se calcula que cerca de dos tercios de esas emisiones están siendo absorbidas por los océanos. Una vez disuelto en agua, el CO2 se combina con la molécula de agua para formar ácido carbónico, incrementando por tanto la acidez de las aguas marinas. Ese progresivo aumento de la acidez del agua en algunas regiones del océano global está originando trastornos en la vida marina, y particularmente en la de todos los organismos que tienen un exoesqueleto calcáreo, pues al subir la presencia de ácido carbónico esa cobertura exterior tiende a deshacerse, efecto que se incrementa con la subida de temperatura de los océanos. Esto está siendo especialmente grave en el caso de los corales, que sufren el proceso denominado blanqueamiento, es decir, la pérdida de carbonatos y la fragilización del exoesqueleto de la colonia de pólipos. Pero los corales son la base del hábitat de numerosas especies marinas, incluyendo peces, cangrejos, estrellas de mar, etc., así que su retroceso pone en peligro algunas de las zonas más densamente pobladas del océano global. Además, el incremento de la acidez del agua de mar llega a ser insoportable para algunas especies, que deben emigrar a zonas menos afectadas por la acidificación o morir. Combinada con las olas de calor marina, la acidificación de los océanos está causando episodios de mortandad masiva de muchos animales marinos, que luego son arrastrados en cantidades de decenas de millares a las costas. Este límite planetario aún no ha sido sobrepasado, pero si continuamos incrementando la acidez del mar al ritmo actual pasaremos el umbral de seguridad en pocos años, con el agravante de que el efecto no es homogéneo y las zonas más afectadas son las más importantes en cuanto a vida marina.
8. Carga de aerosoles:
Los aerosoles son sustancias sólidas o líquidas que se encuentran en suspensión en el aire. En la actual carga de aerosoles en la atmósfera del planeta, lo más frecuente es el polvo, generalmente originado en los desiertos del mundo y particularmente en el del Sáhara. Aparte de afectar a la calidad del aire y de sus efectos en la respiración, los aerosoles cambian la distribución de energía en la atmósfera, causando apantallamiento de la radiación solar en algunas zonas y calentamiento en otras. La diferente carga de aerosoles entre el hemisferio norte (más cargado, porque a los aerosoles naturales se unen los generados por la actividad humana, habitualmente por la quema de diversos combustibles) y el hemisferio sur provoca un desplazamiento de la zona de convergencia entre la circulación atmosférica de ambos hemisferios (zona de convergencia intertropical), desplazando los monzones (de manera similar a lo que planteamos en el capítulo anterior respecto del colapso de la AMOC). Este límite está aún dentro de los márgenes de seguridad, aunque probablemente está empeorando. Sin embargo, la aprobación de la reciente normativa marítima internacional (IMO 2020) ha disminuido radicalmente las emisiones de dióxido de azufre, lo cual, paradójicamente, puede haber contribuido, y mucho, al aumento de la temperatura del hemisferio norte en los últimos años.
9. Agotamiento del ozono estratosférico:
Es uno de los problemas ambientales más conocidos y sobre el que la actuación coordinada internacional ha conseguido grandes logros. Hacia los años setenta se comprobó que la emisión de ciertos gases usados en los sistemas de refrigeración y neveras, los clorofluorocarbonados (CFC), estaba provocando la destrucción del ozono estratosférico. Esta molécula inusual del oxígeno (en la que se combinan tres átomos de oxígeno en vez de los dos habituales) tiene la particularidad de absorber de manera muy efectiva los rayos ultravioleta más energéticos provenientes del Sol, convirtiendo la capa de ozono planetaria en un sistema de protección vital, ya que sin ella los rayos ultravioleta acabarían por erradicar toda la vida en el planeta. La disminución del ozono verificada en el siglo pasado, sobre todo importante en las zonas polares, y más particularmente sobre la Antártida, fue bastante moderada gracias a una relativamente rápida reacción de los países, culminada con la firma del Protocolo de Montreal en 1987. Sin embargo, a pesar de eso y de la rápida recuperación de los niveles de ozono estratosférico, se estima que los agujeros de la capa de ozono son los responsables aún hoy de varias decenas de miles de casos de cáncer de piel en todo el mundo. Este es el único límite que hoy día no solo está por debajo del nivel de seguridad, sino que no tiene visos de empeorar en los próximos años. No obstante, durante el año 2023 un cambio en la estructura del vórtice polar antártico ha favorecido un mayor intercambio entre los gases CFC que aún sobreviven en la atmósfera y el ozono estratosférico, generando la menor concentración de ozono en más de una década. Un recordatorio de que los efectos no lineales siguen estando presentes en un sistema tan complejo como es la atmósfera y de que no podemos bajar la guardia en la vigilancia ni en los límites ambientales que consideramos más seguros.
Después de leer la descripción de los límites planetarios, el lector o lectora quizá habrá reparado en que no son cajas estancas, sino que tienen fuertes interacciones entre ellos. Por ejemplo, el Cambio Climático afecta a la biodiversidad, a los cambios del uso del suelo y a la disponibilidad de agua dulce. Pero es que, al revés, la disponibilidad de agua dulce afecta a la biodiversidad y a los cambios de uso del suelo y puede agravar el Cambio Climático. Esa es en parte la razón por la cual sobrepasar los límites es tan peligroso: nos acerca a puntos de no retorno que pueden desencadenarse en cascada. Por esa misma razón, cualquier estrategia de mitigación de los problemas que aquejan a uno de los límites planetarios tiene que hacerse teniéndolos todos en cuenta. No tiene sentido que para extraer los materiales que necesitamos para construir aerogeneradores y paneles fotovoltaicos contaminemos de manera irreversible el agua de grandes zonas de Asia y África. Tampoco tiene sentido que, para asegurar la disponibilidad de agua dulce, destruyamos los hábitats de ecosistemas esenciales e irreemplazables. O que para evitar los males ambientales de la actual minería desbocada decidamos seguir consumiendo combustibles fósiles, agravando con ello el Cambio Climático. Necesitamos un abordaje integral del problema ambiental, que en el fondo es uno solo con múltiples facetas. A quien le importa de verdad el medio ambiente, le interesa todo él, no solo la mitad.
La Crisis Ambiental enlaza de manera directa con muchas otras cuestiones acuciantes de nuestra insostenible sociedad, como la justicia social, la deuda del Norte con el Sur Global o los derechos de los demás seres vivos con los que compartimos el planeta. Hay una, en particular, que me parece clave destacar aquí: la Salud Planetaria [Horton, 2015]. El enfoque de la Salud Planetaria es hasta cierto punto evidente y al mismo tiempo revolucionario. Implica reconocer que los humanos somos seres vivos y que necesitamos de ecosistemas saludables y funcionales, que nuestra salud no puede desligarse de la de nuestro entorno a través de múltiples interacciones, algunas más obvias y otras más sutiles. Y como consecuencia, si el medio ambiente está enfermo, nosotros también estaremos enfermos. En definitiva, la protección del medio ambiente no es un capricho de greñudos idealistas y malcriados, sino una cuestión, nunca mejor dicho, vital, ya que nos va literalmente la vida en ello. Y si nuestro sistema económico está diseñado de tal manera que no es capaz de preservar el medio ambiente, entonces eso quiere decir que es un sistema económico enfermo, patológico.
Justamente, en enero de 2021 la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), que responde solamente ante la Comisión Europea, publicó un informe breve titulado «Crecimiento sin crecimiento económico» [AEMA, 2021]. En este, la AEMA se preguntaba si era posible compatibilizar el crecimiento económico con el respeto al medio ambiente. La conclusión: un rotundo NO. La única salida a la situación actual pasaría, por tanto, por abrazar sistemas económicos sin crecimiento o inclusive en decrecimiento. Más aún: el informe reconoce que hace falta mucho más que soluciones tecnológicas, critica explícitamente el Pacto Verde Europeo por centrarse en ellas y apunta a que, dada la fuerte implantación de la idea del crecimiento en nuestra sociedad, se necesita impulsar el cambio por vías democráticas, llegando a proponer que tomemos las comunidades donde se vive en una mayor simplicidad como fuente de inspiración para la innovación social que necesitamos.
Ya hemos visto que nuestro sistema económico está profundamente enfermo, porque enferma a nuestro planeta y con él a nosotros. Hasta aquí nos hemos cuidado de lo que sale del sistema, de los residuos que genera, que impactan en el medio ambiente y lo degradan.
Pero ahora miraremos al otro lado de la ecuación de la (in)sostenibilidad de nuestra sociedad, la que tiene que ver con los insumos, con lo que entra. Y aquí nos llevaremos una sorpresa. Porque si el problema de los residuos es que nos enferman, el problema de los insumos es que se están agotando. Y eso quiere decir que nuestro sistema está abocado a su parada más o menos brusca.
BIBLIOGRAFIA:
[Rockström, 2009] Johan Rockström, Will Steffen, Kevin Noone, Åsa Persson, F. Stuart Chapin, Eric F. Lambin, Timothy M. Lenton, Marten Scheffer, Carl Folke, Hans Joachim Schellnhuber y Björn Nykvist, «A safe operating space for humanity», Nature, 461 (2009), pp. 472-475.
[AEMA, 2021] Agencia Europea del Medio Ambiente, «Growth without economic growth», publicado el 11 de enero de 2021, disponible en: <https://www.eea.europa.eu/publications/growth-without-economic-growth>.
[Horton, 2015] Richard Horton y Selina Lo, «Planetary health: a new science for exceptional action», The Lancet, 386 (2015), pp. 1921-1922.
NOTAS:
- Extracto de «El Futuro de Europa», de Antonio Turiel (2024), recuperado en Diciembre de 2025 por La Conquista del Panda.
- Recomendamos ver el documental «Superando los Límites Planetarios» presentado por David Attenborough y Johann Rockstrom (2021).